miércoles, 27 de febrero de 2008

El Origen del Mundo: Izanagi e Izanami.


Vuelvo a traeros un mito japones, esta vez es el de la Creación u origen de todo.




Al principio no existía el mundo, pero sí había algo: una materia que nadie sabe que era. Algunos la llaman el Vacío; otros, el Absoluto. Este Vacío o absoluto, como prefiráis llamarlo, contiene todo lo que va a aparecer antes de que lo haga. Parecido al pequeño huevo que, al comienzo de la vida, se divide y se transforma, se convierte en embrión y después en feto hasta que nace.

En el centro de este augusto Vacío (“divino”, “noble”, “real”) se encuentra Amano-minakanushi,el Señor del Augusto Centro del Cielo”. Lo es todo, es a la vez el tiempo (sin comienzo ni fin), el espacio (que contiene los lugares, las direcciones e incluso las agujas del reloj y el inverso), y todas las fuerzas que van a nacer y que son tan variadas como la luz, la naturaleza, la germinación… Tal y como es, perfecto. Se le puede llamar el Todo, el Todo de Todos los Todos; estos nombres carecen de majestad, de respecto y de misterio (no volverá a ser nombrado ya que en los textos antiguos sólo aparece una vez seguido del nombre de dos divinidades de las que se sabe más: Takamimusubi y Kamimusubi). A estas tres potencias únicas, y a las que van a seguir, se les llama Kami (“el que está en lo más alto” o “divino).

Takamimusubi y Kamimusubi, representan el impulso vital que hace nacer y crecer. Su poder es tal que la misteriosa materia sin nombre cuyo centro es el Todo de Todos los Todos se estremece como la superficie del agua de un lago al saltar un pez.

El augusto estremecimiento produce una forma parecida a la de un brote de caña. La forma flota y se eleva como una nube. Diez nuevos Kami se liberan en la atmósfera que se llaman: Barro-tierra que fluye y se flota”, “Barro-tierra en suspenso”, “Barro y Arena”… Son los primeros Ancestros de lo cuales naceran la primera pareja divina, masculina y femenina: El príncipe Izanagi y la princesa Izanami.

Los primeros Ancestros encomiendan a la pareja el cometido de hacer nacer la tierra, que ya está lista, sólo que tienen que averiguar como hacerlo.

Para ayudarles a realizar esto, se les dio a Izanagi y Izanami una lanza decorada con joyas, llamada Amenonuhoko (“lanza de los cielos). Entonces, las dos deidades fueron a el puente entre el Cielo y la Tierra, Amenoukihashi (“puente flotante de los cielos) y batieron el océano con la lanza. Cuando las gotas de agua salada cayeron de la punta de la lanza, formaron la isla Onogoro (auto-formada). Así, ellos descendieron del puente de los cielos e hicieron su hogar en la isla. Eventualmente ellos desearon unirse como compañeros, así que construyeron un pilar llamado Amenomihashira y alrededor de el levantaron un palacio llamado Yahirodono (la habitacion cuya área es de 8 brazos). Izanagi e Izanami circundaron el pilar en direcciones opuestas, y cuando se encontraron en el otro lado, Izanami, la deidad femenina, habló primero con un saludo. Izanagi penso que esta no era la manera apropiada, sin embargo se unieron de todos modos. Tuvieron dos hijos, Hiruko (“infante del agua) y Awashima (“isla de burbujas) pero fueron mal hechos y no se consideraron deidades.

Ellos pusieron a los niños en un bote y los embarcaron al mar, entonces les pidieron a los otros dioses una respuesta sobre lo que hicieron mal. Ellos respondieron que la deidad masculina debió haber iniciado la conversación durante la ceremonia de unión. Así que Izanagi e Izanami se dirigieron alrededor del pilar una vez más, y esta vez, cuando se encontraron, Izanagi habló primero y su matrimonio fue entonces exitoso.

De esta unión nacieron el ohoyashima, o las ocho grandes islas de la cadena japonesa:

Awazi

Iyo (posteriormente Shikoku)

Ogi

Tsukusi (posteriormente Kyushu)

Iki

Tsusima

Sado

Yamato (posteriormente Honshu)

Nótese que Hokkaido, Chishima, y Okinawa no fueron parte de Japón en los tiempos antiguos.

Ellos crearon seis islas más y muchas deidades. Sin embargo, Izanami murió al dar a luz al infante Kagututi (“encarnación del fuego) o Ho-Masubi (“causante del fuego). Ella fue enterrada en el “Monte Hiba”, en la frontera de las viejas provincias de Izumo y Hoki, cerca de Yasugi en la Prefectura de Shimane. Al ver morir a su amada Izanami de aquella terrible manera, el marido divino echó a llorar desconsolado, pero las lágrimas del viudo Izanagi todavía servirían para dar vida a la diosa del llanto.

Pasado aquel primer momento de desconsuelo, Izanagi se encolerizó con el hijo que fuera causa de la muerte de Izanami y cortó la cabeza del Espíritu del Fuego con su espada, acabando con su vida, pero haciendo también el doble prodigio de que su sangre diera vida a otras ocho nuevas divinidades, del fuego, de las rocas, triturador de las raíces, triturador de las rocas, de la lluvia, del sol, del viento, de los valles, y que de las partes del Espíritu de Kagutsuchi - el Dios del Fuego - se hiciera nacer a otras tantas nuevas divinidades de las montañas, protectoras de caminos, de laderas, del refugio, de la oscuridad, de los bosques, etc.

Pero todo ello no llegaba a consolar al doliente Izanagi, que quería recuperar a su perdida esposa a cualquier precio; así que decidió descender a los infiernos (Yomi), y allí la encontró; En un principio Izanagi no pudo verla por completo debido a que las sombras ocultaban su apariencia. Sin embargo él le pidió a ella que regresara con él. Izanami le escupió, indicándole a Izanagi que ya era demasiado tarde. Ella ya había probado el alimento del inframundo y ahora ya era una con la tierra de los muertos y que, por lo tanto, no podía abandonar jamás aquel recinto in fausto, si no fuera con la especial licencia del dios del infierno. Con aquella promesa, Izanami desapareció en el negro interior. Pasaba el tiempo y la amada no regresaba, así que Izanagi tomó una púa de un peine, la prendió fuego, a modo de tea, y se metió por el mismo camino por el que había visto pasar antes a Izanami. Allí la encontró, entre los ocho dioses del trueno - de aspecto bastante terrible -, que habían nacido del cuerpo de su amada. Izanagi quedó aterrado, más aún, al escuchar la invectiva que le lanzaba Izanami, por haberla humillado con aquella contemplación de su metamorfosis infernal.

Al grito de la indignada Izanami acudieron los seres infernales, pero el astuto Izanagi lanzó a tiempo su corona al suelo y ésta, milagrosamente se transformó en un racimo de jugosas uvas, que los demonios, siempre hambrientos e insaciables, se detuvieron a recoger; después volvieron a correr tras él, pero Izanagi lanzó las púas que quedaban en su peine, que ahora se convirtieron en brotes de bambú tierno, y los demonios volvieron a detenerse, recogiéndolas con gula; pero los brotes se acabaron y los infernales seres siguieron en pos de Izanagi, ahora acompañados de los ocho dioses del trueno, al mando de una horda de mil quinientos demonios que la humillada Izanami, había mandado en auxilio de sus estúpidos súbditos. Izanagi, sin dejar de huir, blandía la espada a su espalda, matando a todo el que se acercaba demasiado, y así prosiguió, hasta llegar a Izumo, donde está la boca del infierno, en donde pudo recoger tres melocotones maduros que arrojó contra sus muchos perseguidores, consiguiendo ponerlos a todos en fuga.

Agradecido, Izanagi paró, tomó aliento y habló a los melocotones que le habían salvado la vida: " Al igual que habéis ayudado a Izanagi, ayudad a los hombres del Japón cuando estén necesitados de auxilio ".

En ese momento, los melocotones quedaron convertidos en frutos divinos. Pero la propia Izanami se había puesto tan furiosa al ver que todos le fallaban, que ella misma salió a acabar con el que fuera su marido amado en la vida, porque ahora ya no era la esposa, sino que se había transformado en la mayor diosa del infierno, pero el veloz Izanagi supo cerrar la entrada del infierno con una enorme roca, pero no totalmente, de modo que cuando llegó Izanami, ella pudo todavía amenazarle, anunciando que se vengaría de él, matando en un solo día a mil seres humanos; pero Izanagi no se inmutó ante las tremendas palabras de Izanami y le respondió que si ella mataba a mil hombres, el haría nacer a otros mil quinientos, y tapó del todo la entrada con la divina roca, la que impide la entrada a la casa de los muertos.

Y de esta manera comenzó la existencia de la muerte, causada por las manos de la orgulloso Izanami, la esposa abandonada de Izanagi.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ummm, me suena que yo ya conté algo de Izanagi e Izanami en mi blog, estoy segura de ello. Eso sí, creo recordar que conté bastante menos de lo que tú explicas aquí. ¡Pero qué entradas te gastas hija mía!

Ciao

Maeglin dijo...

Jejejeje al principio estaba Eru esa es mi Mitología de cabecera y es que el tema de crear el Universo mediante la Música me parece muy muy GRANDE. Con lo del barro me siento pringosete...